domingo, 16 de enero de 2011

"Lágrimas de Luna" Cap. 1

II


Algo me despertó, sobresaltándome en mi cama. Un breve zumbido y una insistente campanita taladraban mis oídos. Para mi sorpresa, sólo era un móvil que alguien había dejado en mi mesita de noche y que había causado que yo estuviera con el corazón encogido del susto, al borde de un ataque de nervios. Lo cogí y apagué la alarma con un suspiro de alivio.
Según la pantallita luminosa, eran las siete de la mañana y, cayendo en la cuenta, descubrí que era viernes, con lo cual el día anterior fue jueves. Sí, yo y mi mente pensante. Aunque va con un poco de retraso.
La puerta de mi habitación se abrió vacilante. Tras ella apareció mi prima Jennyfer, que sonrió al verme despierta.
-Buenos días, marmota- saludó, dirigiéndose hacia la ventana y subiendo la persiana. El sol ya se veía por entre los edificios de ladrillo y me deslumbraba con la diáfana luz. Agradecí que ese día hubiera clase, porque Selene me había comentado el día anterior que tenía un amigo en primero de educación secundaria que volvía hoy de un viaje a Canadá y que estaría encantado de conocerme. Nunca había mantenido ni dos o tres palabras más allá de saludos y palabras superficiales con chicos, por lo que estaba un poco nerviosa.
Dejé que Jennyfer me arrastrara escaleras abajo, una vez me había vestido y adecentado, a desayunar. Constantemente me apremiaba a que comiera más rápido y yo le respondía con bufidos de queja. Juré por todo lo sagrado que la próxima vez me levantaría más temprano.
Reconozco que tía Maryse fue muy amable al prepararnos el desayuno para el colegio y meternos los libros necesarios en la maleta para ese día, cosa que debería haber hecho yo pero, obviamente, lo pasé por alto. Durante el trayecto de casa a la escuela, Jennyfer estuvo parloteando de sus amigos y de toda la gente que conocía, con ese mismo tono simpático y meloso al que yo todavía no me había acostumbrado. Cuando llegamos por fin a nuestras respectivas clases, Selene me esperaba en la puerta con una sonrisa abarcando todo su agraciado rostro, de oreja a oreja.
Me despedí de Jennyfer y entramos, sorteando el maremágnum de alumnos. Nos sentamos en nuestro sitio del final y sacamos los libros correspondientes. Una bolita de papel dio de lleno en la cabeza de mi amiga, rebotando y cayendo en la mesa de ella. Miró enfadada a un chico y me pregunté cómo supo que había sido él si tenía la nariz metida en un libro.
-Harrison, sé que has sido tú- acusó a un chico. Éste la miró con gesto dolido y una irónica sonrisa. Tenía el pelo negro y los ojos azul claro, límpidos y casi transparentes.
-¿De qué se me acusa?- preguntó con un deje de sarcasmo.
-De ser imbécil- respondió Selene, tirándole la bola de papel, que éste atrapó al vuelo.
-Oh, vamos, si ya sé que me tienes unas ganas horrorosas.
-Sí, de matarte, Demian- dijo ella con un mohín de enfado.
El tal Demian soltó una carcajada y se sentó junto a su compañero, con el que chocó la mano.
Las clases de la mañana pasaron rápidas y amenas, gracias a Dios. Cuando la campana que daba paso al recreo hizo estremecerse a todo el colegio, los alumnos salieron en tropel hacia el patio.
-Lo odio- exclamó Selene, apretando el zumo que llevaba en la mano con furia. Menos mal que ya se lo había terminado.
-¿A quién?- pregunté, pues había olvidado el incidente de la bolita.
-A Damien Harrison, por supuesto- dijo tirando el tetrabrik vacío y alzando las manos con desesperación. Me encogí de hombros, justo cuando un chico se acercaba a nosotras con una sonrisa. No sé si se me quedaría cara de idiota, porque no la vi, pero seguramente hasta se me estuviese cayendo la baba.
-Hola- saludó con una sonrisa. Tenía los labios gruesos y de un color muy suave. El pelo era castaño y le caía sobre unos impresionantes ojos grises, que me impactaron mucho pues nunca había visto ese color tan raro.
-Lucas- contestó Selene- Ésta es Alyson, la chica que te dije.
-Encantado, Alyson- dijo dándome dos besos en las mejillas- Yo soy Lucas Grest.
Lucas no era el típico chico guaperas-creído-americano del que todas las chicas están perdidamente enamoradas y que todas sueñan con hacer con él en la cama de todo menos dormir. Según fui descubriendo años después, Lucas era un aficionado del dibujo y lo hacía verdaderamente bien, pues siempre me los enseñaba cuando terminaba un nuevo dibujo. Tocaba la guitarra eléctrica de muerte y le gustaba la música rock a todo volumen.
Unos meses después, se me ocurrió apodarle “Silver”, por el color plateado de sus ojos. Él lo aceptó y dijo que le encantaba y que cuando fuese una estrella del rock internacionalmente famoso, ése sería su nombre artístico.
Pensé que me enamoraría de él sin remedio, pero lo único que despertaba en mí era una fuerte y sincera amistad, que se incrementó con los años hasta convertirnos en la sombra del otro. Ya no existía un “yo” sin Selene y Lucas, eran como una prolongación de mi cuerpo y cuando nos separábamos parecía que me habían cortado un brazo o una pierna.
Aquella fue la mejor época de mi vida. Tenía unos muy buenos amigos, Jennyfer y yo cada vez estábamos más unidas y tío Henry había conseguido por fin ascender en el trabajo.
Aunque todo era una rutina, no me importaba. Los días lectivos, Jennyfer y yo íbamos juntas a clase, dónde me encontraba con Selene. En el recreo, ella y yo nos reuníamos con Lucas y de nuevo iba a casa con Jennyfer. Los llamaba por las tardes y los días de fiesta y fines de semana salíamos por el centro.
Sin embargo, y odio decirlo, la felicidad no es eterna y uno no puede pretender que lo sea.
Acababa de cumplir doce años y hasta el día 14 de mayo de ese año todo había ido sobre ruedas y cada día estaba más feliz con mi vida, hasta tal punto de olvidar los dos años previos, antes de que muriera mi padre.
Unos golpes en la puerta me sacaron de mi embelesamiento, mientras leía y escuchaba música.
-Adelante- dije. Pensé que sería Jennyfer, pues algunas tardes venía a mi cuarto con su propio libro a leer en mi compañía, pero me sorprendió ver a tía Maryse, con el rostro desencajado de dolor y lágrimas rodando por sus ojos. Me levanté de la cama y la abracé con fuerza.
-¿Qué ha pasado, tía Maryse?- pregunté preocupada.
-Tu…hermana- consiguió decir entre sollozos.
-¿Qué?- inquirí cada vez más nerviosa.
-La han…- me miró con dolor- asesinado.

Me quedé totalmente en blanco. Y aún no podía asimilarlo una vez estuvimos en la morgue, para identificar su cadáver. Y todavía no me lo creía ni siquiera cuando estaba arrodillada a su lado, en el entierro. El ataúd estaba abierto a petición mía, quería verla de verdad por última vez.
Seguía tan bella como siempre. Con el pelo castaño arremolinado alrededor de su rostro, blanco marmóreo, como el resto del cuerpo.
Su garganta presentaba un corte, que ya era una pálida cicatriz. El asesino no había dejado ninguna huella, nada que fuera una pista. Habían encontrado el cuerpo de Karen en un callejón, tirada de cualquier manera entre bolsas de basura, como una muñeca desechada y una única herida en el cuello.
La lloré durante tres días con sus noches, hasta tal punto de tener los ojos rojos e hinchados y la piel lívida y acartonada por las lágrimas.
No dejé de culparme por no haberla echado de menos y toda la rabia y el odio se acumulaban en mi interior, bullendo y haciéndome desfallecer a cada momento.
En algún momento de aquella época dejé de comer y de vivir. Sólo era un cuerpo sin alma, un juguete sin cuerda y andaba dando palos de ciego. Recibí atención médica y psicológica, hasta volver a sentirme un poco yo misma e incluso volver a salir a la calle con Selene y Lucas, que me ayudaron y apoyaron en todo momento.
Pero esa no fue la única mala noticia de ese año.

3 comentarios:

  1. :O dios este capitulo me ha dado de todo , he reido , he sonreido , he sufrido y llorado y sobre todo se me ha quedado la intriga de saber que mas paso ese año y de quien coño fue el asesino :o besos
    alescritora

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  2. Me has dejado con toda la intriga ¬3¬ no es justo!
    Me encanta!


    Att: locapavi

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  3. Me encanta la historia !
    ESCRIBES GENIAL, NO DEJES DE HACERLO
    ya tienes un seguidora más

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