sábado, 15 de enero de 2011

"Lágrimas de Luna" Cap. 1


I

A pesar de todos los años que me separaban del accidente, las noches lluviosas como ese fatídico día aún me transportaban allí en sueños, hasta cuando tenía sólo seis años. Los policías no estuvieron más que veinte minutos preguntando a mi hermana sobre mi padre y, aunque a veces le temblaba la barbilla, Karen supo contener las lágrimas, evitando desmoronarse ante aquellas personas. Yo, sin embargo, seguía sin comprender qué había sido de mi padre y aguardaba pacientemente en una esquina del salón, mirando fijamente a Karen y escuchando con atención sus respuestas.
Cuando los hombres se fueron con toda la información necesaria, pude ver desde mi escondite cómo Karen se enjugaba las lágrimas y ahogaba un par de sollozos. Ni siquiera aún hoy puedo comprender por qué se mostraba tan reacia a llorar, pero ella tendría sus razones.
Se acercó a mí y me cogió en brazos, apretándome contra ella y abrazándome muy fuerte, como si temiera perderme a mí también. En silencio, volvió a subir las escaleras hasta mi habitación, de nuevo conmigo en brazos y sin la misma ilusión que una hora antes. Me sentó en la cama y me arropó bien.
-¿Quiénes eran esos señores?- le pregunté con curiosidad.
-Policías- contestó con una sonrisa- han visto a papá.
-¿Y cómo está?- inquirí, preocupada.
-Muy bien, pero ha tenido que irse. A un lugar muy lejos.
-¿Dónde?
Karen quedó muda por un momento, tal vez incapaz de seguir o pensando algo creíble para mi inocente mente.
-Pues a un sitio dónde hay muchos árboles y el sol siempre brilla. Ya verás que contento estará allí papá.
Asentí, dándome por convencida.
-¿Volverá?
-Por supuesto, Aly- dijo, inclinándose a darme un beso en la frente-, y ahora a dormir, que es muy tarde.
No dije nada más esa noche. Y durante los meses posteriores no me atreví a sacar el tema. Simplemente, me decía a mí misma que Karen nunca me había mentido y que era verdad que mi padre estaba en un lugar mejor. A veces lo imaginaba en un jardín paradisíaco, rodeado de papeles y las gafas caídas sobre la nariz, como siempre que trabajaba.
Intentaba pensar en él todas las noches, antes de quedarme dormida, para poder recordarle siempre. Pero conforme el tiempo pasaba, mis recuerdos se fueron erosionando. No sé si me olvidé de él de repente o si creé mi propia barrera a prueba de dolor, y por eso su recuerdo no podía pasar. Sólo recuerdo que, un día, no podía recrear su rostro en mi mente, como tantas veces atrás había hecho. Al contrario de lo que yo creía, este hecho no me produjo ningún dolor ni remordimiento e incluso me alegré de que la presión que sentía en el pecho y el nudo de mi garganta desaparecieran junto con él.
A veces veía una foto suya, de esas antiguas que Karen insistía en seguir conservando, y automáticamente apartaba la vista. No había dejado de quererle, pero sí de intentar mantenerlo vivo en mi memoria, pues mi corazón sabía perfectamente que ya no estaba y que nunca iba a volver. Aunque por aquél entonces, seguía esperando cada día su regreso.
Día sí y día también lo imaginaba entrar por la puerta, cargado de maletas y paquetes de regalos, con el pelo oscuro revuelto y su típica sonrisa de victoria cuando decía que había ganado. No hace falta decir que mi espera fue en vano y malgasté en balde horas y horas frente a la puerta.
Huelga decir que, como es normal, tanto Karen como yo crecimos. Ella había alcanzado ya los veinte años y yo acababa de cumplir los diez años. Mi hermana cada vez pasaba más horas fuera, ya fuese en la Universidad o trabajando, hasta el punto de pasar un día con su noche sin pisar nuestra casa. Pero tenía que hacerlo, para cuidar de mí.
Y un día, sin previo aviso, Karen abrió mi maleta rosa y comenzó a meter ropa.
-¿Qué haces?- le pregunté, preocupada ante su distante comportamiento de ésos días atrás.
-Te vas a casa de la tía Maryse- contestó sin mirarme. Al principio no supe procesar bien la información que me daba pero luego, al cabo de unos minutos me di cuenta de que lo que ella pretendía era librarse de mí para no tenerme cargada a su espalda y quitarse el peso de tener que cuidarme.
Lo acaté sin quejarme. Ni el más leve atisbo de tristeza cruzó mi rostro. Ni el suyo. Durante el trayecto hacia la otra punta de la ciudad no dijimos nada y se nos hizo raro a las dos, acostumbradas a hablar sobre cualquier cosa banal y divertida mientras íbamos en su coche a cualquier sitio. Durante un momento fugaz y único, imaginé que mi hermana daba la vuelta y nuestra vida seguía siendo la misma, pero no vi arrepentimiento en su rostro en ningún momento. Y cuando llegamos a la enorme casa victoriana de tía Maryse, me bajé del coche, cogí mi maletita con mis más valiosas pertenencias y cerré de un portazo a modo de despedida. Por supuesto, Karen no era una chica impulsiva, ya había planeado mi estancia allí y no me sorprendió que Maryse Lawliett, hermana de mi padre, me recibiera con los brazos abiertos y una amplia sonrisa iluminando su rostro.
Mientras me decía lo bien que me lo iba a pasar allí con ellos, me conducía por una enorme escalera hasta el piso de arriba, hasta mi cuarto. Éste, bien iluminado y con una gran cama, era tres veces mayor que el del apartamento y no pude evitar sentirme muy pequeña.

Una vez instalada, con mi ropa en mi nuevo armario y mis objetos preciados y libros estaban repartidos por estanterías del mismo modo que en el apartamento, me senté en la soledad. El sol del mediodía era especialmente brillante pero sin llegar a molestar y se colaba tímidamente en la habitación, como si pidiera permiso para entrar. Había descubierto que mi tía ya había adoptado su apellido de casada y ahora firmaba con “Maryse Carter”, a parte de que me había recordado que tenía una prima con un año más que yo, es decir, once años. La última vez que vi a mi prima, Jennyfer Carter, ella tenía cuatro años y yo sólo tres recién cumplidos. Nuestra relación no era muy fraternal, pero hacíamos un esfuerzo por convivir en la misma habitación sin mirarnos con repulsión. No nos odiábamos, pero yo no quería ser molestada por ella y ella no quería que yo invadiese su vivienda.
Maryse me había hecho bajar a comer y no tuve más remedio que obedecer e intentar ser medianamente amable con Jennyfer.
Mientras comía silenciosamente, la observaba con curiosidad. Hablaba animadamente con Maryse, contándole todo lo que había hecho en el colegio. Algo me sorprendió internamente. La envidiaba.
Envidiaba que su familia la quisiera tanto. Que su madre no hubiese muerto en el parto. Que su padre no hubiese desaparecido. Que tuviese amigos…
Yo no los tenía, ni siquiera había un simple sentimiento de compañerismo cuando estaba en mi colegio, del que había tenido que quitarme pues ahora iría a otro que quedaba mucho más cerca de casa de tía Maryse. Mañana empezaba mi primer día allí y no me sentía asustada, pero aún así incluso hubiera preferido caer en la misma clase que mi prima. Descubrí que sólo había dos clases para cada curso. Ella estaba en sexto de primaria “A” y yo, por el contrario, en el grupo “B”.
Recorrí la estancia, llena de mis nuevos compañeros que elegían un asiento, junto con su mejor amigo o amiga.
Divisé un sitio al final del todo, dónde nadie quería sentarse y dejé mi maleta a los pies de la silla, mientras la abría y sacaba un cuaderno y un bolígrafo.
Una chica se sentó a mi lado, resoplando. Parecía haber recorrido toda la ciudad corriendo, pues jadeaba con la lengua fuera. Cuando se tranquilizó, tomó una botellita de agua de su maleta y se bebió la mitad de un trago. Dejó la botella en su mesa, junto a un cuaderno pintarraquedao y un lápiz con el extremo mordido, y clavó sus ojos claros en mí.
Ladeó la cabeza, pensativa. Tenía el pelo de corte recto y negro, ni largo ni corto y los ojos vivaces y color verde claro, casi tapados por el flequillo.
-Hola- saludó sonriendo.
-Hola- dije respondiendo con otra sonrisa, aunque más débil.
-Me llamo Selene Conolly- me tendió una mano- ¿y tú?
-Alyson Lawliett- contesté, estrechándola.
A pesar de que me prometí no acercarme mucho a la gente, Selene parecía muy simpática y extrovertida. En los cambios de clase, esperando que el próximo maestro llegase, ella me contaba su vida. Me hacía gracia la forma en la que lo explicaba todo, haciendo muchos gestos y comparándolo todo.
-Mi vida es como un donut- dijo para terminar.
La miré inquisitiva.
-Es deliciosa hasta que llegas al agujero y no sabes cómo seguir- explicó entre risas.
El primer día de clase y ya había hecho una amiga. Para mí era una sensación nueva y agradable y ya estaba deseando que fuese mañana para volver a ver a Selene.
A la salida, encontré a Jennyfer apoyada en el marco de la puerta de mi clase. Me pareció extraño que se hubiese tomado la molestia de venir a buscarme pero caí en la cuenta de que debería agradecérselo, pues aún no sabía el camino a casa desde allí.
-¿Qué tal tu nuevo día?- me preguntó mientras saludaba a un par de personas. En todo el trayecto no había parado de saludar gente y me pregunté si era famosa o algo por el estilo.
-Bien- contesté sorprendida ante la amable pregunta- He hecho una amiga.
-¿Quién?
-Selene Conolly- respondí con una sonrisa. Ella pareció dudar y luego su rostro se relajó.
-Ah, bien- sonrió- Es una buena chica.
-¿A que viene todo esto?
-¿El qué?- preguntó molesta.
-Esto de ser tan simpática- dije cautelosa.
Jennyfer pareció dudar y se encogió de hombros.
-Si vamos a convivir juntas, habrá que llevarse bien.
Tras esta respuesta, pensé que tal vez ella tuviese razón y deberíamos empezar de nuevo como primas que no se matan con la mirada.

3 comentarios:

  1. ;D me gusta la historia ;Dme cae bien selene XD pero el comportamiento de la prima lo veo raro ¬¬ no e cae bien ¬¬ XD cosas mias ;D espero el siguiente capitulo con ansia ;D

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  2. Buen comienzo, así es como hay que empezar con ganas. Me gusta tu historia y voy a seguirte =)
    Diana - Lectoras Compulsivas

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  3. El prólogo ya hace nacer las ganas de comenzar a leer tu historia, y el primer capítulo no decepciona en absoluto.
    La situación que describes has sabido llevarla de una manera realista, tanto, que ha resultado fácil introducirse en tus líneas.
    Además has cuidado la ortografía n_n
    Ánimo y sigue así :)
    ¡Un besito!

    P.D.: No me podía ir sin decirte que estás invitada, cuando gustes, a mi pequeño rincón^^

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